Se cruzaron los pasos, sin buscar el destino,
en Poniente empezó lo que hoy ya es camino.
Cintia nueva en batallas, Diego ya veterano,
dos opuestos que el tiempo fue uniendo de la mano.
Con el mundo en silencio, llegó su ensayo fuerte:
el encierro, el roce, la vida frente a frente.
Y en vez de alejarse, surgió la evidencia:
el amor resistía, crecía en la paciencia.
Han pisado mil suelos, ciudades, estaciones,
entre vuelos, banquetes y nuevas canciones.
Ella vuela en festivales, libre en su alegría;
él celebra la mesa, la charla, la compañía.
Ambos tercos, sinceros, firmes como un roble,
pero al lado del otro, su mundo se vuelve noble.
Cuidan, protegen, entienden sin hablar,
y en cada desacuerdo, vuelven a empezar.
Hoy no es el final, es tan solo el comienzo
de un viaje a dos voces, intenso, inmenso.
Que la vida les dé lo que ya han demostrado:
un amor que se elige, que crece a su lado.